Imagen cogida de la red
REVELACIONES DEL OJO
En
algún lugar de la copiosidad de las puertas, el ojo revela los juegos
de
la ebriedad, esos míseros candiles de la malignidad, ciegas alturas
donde
a diario se enjutan las ventanas.
¿Cuánta
hojarasca cubre o aguanta el sopor de las criptas del aliento,
y
el amarillo puñal de los envejecimientos, y la oscura respiración
de
los metales en el respiro decapitado de las ventanas?
─Ando los ojos como
los trocitos de noche del calendario. ¿Quién morderá
el
umbral antes que desfallezcan los relojes y las aldabas cuelguen
de
los meses dormidos? ¿Quién, ahora, después de los ahogos recostados
y
tormentos que provocan las noticias, las estrellas desaparecidas
del
muro del cielo? He visto todas las películas en blanco y negro y reconozco
los
bostezos y las campanas agonizantes de los cerrojos.
No
me busquen en otro sitio, siempre estoy en el lado de la indignación.
Entre
el matorral uno amortigua los golpes.
Usté
de seguro ha tiritado como yo sobre las baldosas de la intemperie.
Sí,
usté que ahora tiene jardines y pájaros exóticos en su casa.
Y
olvidó todas las congojas que provoca el hambre.
En
el extravío de todas las promesas, el pañuelo silencioso de la salmuera.
El
ojo acaba siendo esa cucharada de respiro entre los dedos.
Quitada
la ropa ya no existe la tal lejanía, sino esta porción de ataúdes
colgando
de los párpados: la duda es siempre un lugar donde palpita lo incierto…
Barataria,
14.VII.2016
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