Imagen cogida de la red
ITINERARIOS ENCEGUECIDOS
Ya he pasado por diversos lugares
enceguecidos y mordido la nostalgia
y los despojos, todos tienen
atrios y furiosos escapularios, leves peces
de irreverencia, caducos sexos de
mercado, tumultuosas tombillas de verduras,
candiles precarios sobre la
piladera del brebaje.
En todos los lugares aúlla el
pájaro roto de las estaciones.
Palidece la alforja que sostiene
las entrañas, lascivo el sombrero y su cuerpo
de yute, turbios los pastizales
ebrios de las guitarras, el mugido sordo
de los sueños sobre la mosca
tullida de la piedra bautismal.
También los itinerarios están
colmados de infamias: hay anillos putrefactos
a la orilla de los sueños, coros
de nubes derramados en los andenes,
portales de sombríos fuegos y
botas.
Uno no sabe si del grifo fatídico
de la muerte, devienen los días roncos
del aliento, los días de
velámenes y antorchas, las sastrerías y el aleteo sublime
de los prostíbulos, esta
nostalgia por el ijar de las campanas.
Ante el lecho mórbido, los
analgésicos necesarios para socavar la noche.
Uno zarpa junto a la bitácora de
los adioses, pero es incierto el médano:
el espejismo como los ecos se
tornan imperceptibles, arde la salmuera
de los días privados de luz, el
cuervo de kerosene en la palma de las manos.
Roída la carne entre cielo y
tierra, adolorido el aliento, podrido el frío,
no nos queda sino el duro espejo
de los meses de este pánico cotidiano,
la metamorfosis de la piedad,
difícil en la piel y los dientes del país…
Barataria, 25.X.2015
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