Imagen cogida de la red
ITINERARIO DE LLUVIA
El calendario del frenesí en el
pecho negro de la tierra, los trenes del ahogo
sobre el lecho nómada de la
lluvia: zarpan las habitaciones y desaparecen
en el vendaval de los crímenes;
nos entregamos, día a día, a ese fantasma
que merodea los calcañales. Todo
es opulento en las sombras.
Jamás ha sido otra cosa el amor,
desde la infancia nos quema su germen
de maleza y guerra y purulencia
endémica.
(Esta es la cara que vemos todos los días al amanecer), el rostro del nuevo
tiempo: nadie es inmune o está
ileso al nudo que nos aprieta.
Transitan en la impunidad como
cuerpos inasibles, juegan a no sé qué rotación
de ventanas, hacen del calendario
una telaraña permanente de nostalgia.
En los andenes nos ahoga el
estrépito de la pólvora.
Nos ahogan las partidas
permanentes, el pez descolorido de las palabras.
El en iceberg de la deriva, qué
olvidos tienen categoría de insomnio
y de qué letra viva los ángulos
de la pena.
Dé qué vida entera estos
itinerarios atroces de la borrasca y la mendicidad.
—Ante el espejismo se anclan los
ahogos en el brasero de la desazón y hasta
en el paraguas de mugre
persistente en el rostro: el verdugo de
destinos,
siempre espera la hora cero para
tocar el fin de mundo de la ceniza
o las armaduras. (Cuando cambien de dueño las monedas,
desvelaremos
las incoherencias del grafiti, o esos otros platos amarillos donde
desnudo
mis dientes hasta el punto de los jirones de la lluvia: supongo
que con trenes
indelebles, la noche es indómita. Lo es también el abanico del
pájaro
en la oscuridad doméstica de mis miedos.)
Barataria, 2015
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