Imagen cogida de gonzalezserna.wordpress.com
DUDOSOS EMBARCADEROS
En medio de la lluvia el cuello
incesante de los letargos, la madera ebria
de los puertos, húmeda de
sombreros y despojos.
Uno siempre duda de los azacuanes
o las gaviotas, del pijuyo, o los zopilotes,
del mal de ojo, del prójimo y del
ciego que nunca ríe durante el mediodía.
Semejante al trasmallo este
tiempo de pronto en la conciencia.
En lo alto de las mañanas las
moscas ebrias hasta palidecer en el aliento.
Existen hoy, tantos embarcaderos
como persianas moribundas al ras del tatuaje
que emerge de las antorchas
fatídicas del grafiti.
Con todo, hay que continuar con
los escombros en la garganta, con el nudo
de la maleza, sitiados por el
húmedo paisaje de lo desconocido.
Aunque las puertas se abran, la
fuerza de los prostíbulos y la nostalgia
es grande: la soledad que quema
el hambre, el hollín perenne al filo de la noche,
los juegos incontables del
crimen,
la cobija del calendario
amortajada en la legua, o el sonambulismo que muerde
por instantes los calcañales, o
el aliento de oscura carne, insondable y mísero.
Siempre sueño con ese territorio
de neblina que propician los muelles:
Crece, aquí, ese destino de días
inciertos. Algunas plegarias azuzan las duras espinas
de la tempestad, los pies
sobre jirones de sombras carcomidas.
Existen implacables osamentas en
la lejanía.
¿Dónde una linterna sin lascivia,
una luz fluida y sin intervalos? —Me desborda
toda la brasa de la oscuridad, el
pájaro insomne en el ardor de los costados.
Uno, sin embardo, acaba por hundirse
en estos embarcaderos.
En la periferia del mundo, la
orgía de la muerte y su tormenta de hiena…
Barataria, 2015
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