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EXTRAÑAMIENTOS
Desde el sinfín, la ráfaga de
pájaros sobre estas aguas de la claridad.
Detrás del infinito confabula el
horizonte.
El libre pensamiento nos ha hecho
vomitar hasta los piojos, morder el invierno
de las distancias, hasta exhalar
pequeños cementerios.
Gemimos, —y lo sabés— cundo sobre
nuestra mirada el reloj defeca su hoguera
y sus ruinas incomparables,
y su vieja fiebre de maldeorína y
su ebria puñalada de andenes.
A la ropa desteñida le sumo mis
olvidos, los muchos trajines, los extraños
remiendos de las palabras y los
mundos del cansancio y hasta las aguas
que aprietan en medio de las
sombras.
Uno cuelga del hilo del pellizco
todos los peces del índigo, el fuego del sigilo,
y las monedas ciegas sin ninguna
ganancia. Todos los amaneceres transcurren
mientras froto las palmas de mis
manos y quito el frío a la muerte.
No hay tal pájaro absoluto, sino
ese que despierta junto al cierzo del limonero.
Siempre camino desprevenido: tal
vez un día tropiece con la eternidad,
o al menos, con una brújula justo
en el centro de tu ombligo,
justo allí, donde la voz humana
es extrema en boca y ecos y mundo.
(Cerca de vos, los pechos inundados de mi rostro; desciendo hasta
la cadera
de las palabras, me encaramo sobre el meridiano de la sombra hasta
volver
a ocuparme de la infancia, y colmar la almohada de furias y
caminos.)
En el fondo, soy inocente de
todo: la culpa la tienen las palabras y los zapatos.
Barataria, 08.XI.2015
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