Imagen cogida de la red
LÍNEA
FERROVIARIA
Cada vez el
viento hace temblar los ojos perdidos en el paisaje del tiempo.
En la
aglomeración del hierro dilatado, el oído ávido pegado a los durmientes,
a esos
fierros violentos de mi propio jardín.
¿Quién
desdice esta ternura de conspiraciones? —El tren, el tren que lo bebe
todo:
respira su tos de sobreviviente en la alforja de mi pecho.
A la orilla
de la breña, el delgado hilo del trino, el estornudo imbatible
de su
tránsito. La loma de los sueños en medio de la niebla.
Ahora camino
girando en mis cansancios: entre la alambrada del crepúsculo
y las calles
inseguras y las aceras cubiertas de bisutería,
la
intemperie y su novela negra,
la
conspiración penitente, devota de otros cuerpos posesos de fatalidad.
(Luego de pensar en estas cosas
antiguas, sigo en mi oasis solar: junto uno a uno,
los objetos para reconstruir
el candil de aquellos días.)
Por cierto,
al trasluz, la estación ferroviaria de mi aliento…
Barataria,
25.XI.2014
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