Imagen cogida de la red
TILICHES
No hay catecismo que valga para
estos ensimismamientos ni otros credos.
En las repisas de la palpitación,
los nombres del hollín con intención de ojo.
Cualquier tiliche es la otra cara
de las fotografías de este mundo;
confusas intemperies traspasan la
pared de cada pesadilla.
(Cada escama en la garganta es sombra implacable de todos esos
objetos
con sabor a destiempo: en el sueño crecen los cachivaches y las
baratijas
con su descomunal lepra petrificada.)
En la boca, la tiranía de todos
esos objetos, el acecho y este reino de espejismos,
la vena rota de la tormenta en su
propia inmolación.
Al despertar, siempre la larga
fila del bostezo y su sabor de funeraria.
En los costados la prolongación
de todas las impurezas, la inmersión
de lavatorios en la inmundicia,
las rendijas que gimen en el enjambre.
(En este mundo ciego la videncia
es necesaria. ¿Quién nos protege de esta fragancia putrefacta? ¿Quién propicia
este fuego menguante? Cierto es el asco que nos queda del rastrojo. Ciertos
estos maniquíes sajados del cielo. Cierto el aire enroscado entre las cobijas,
el carnaval y la confitería de la estopa. Por
cierto, solo los cementerios pueden explicar las palabras cuando la
memoria insiste en las máscaras.)
Barataria, 02.XI.2014
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