Imagen cogida de la red
SENDERO
También la nostalgia suena en el
sendero de una rendija. La lejanía se sumerge
en el vuelo de las antípodas, en
esos zapatos que atraviesa el hambre.
Llegada la tarde, exhausta,
desaparecen los senderos: siempre es extraño
el vuelo a través del entrecejo,
entre el pájaro que gotea su dolor y el tronco
del horizonte disecado.
(El aluvión de la salmuera rompe los paraguas; debajo de la voz,
el polvo
de los cementerios, y el ojo enfrascado en falsos cerrojos. En el
antebrazo
del moho, el sendero sinuoso y omnipotente.)
Al final, la concavidad inunda
todos los sentidos. La farsa es inminente; letal,
la estridencia de los tornillos
que abren el umbral.
¿A qué me atengo cuando se hace
nudo la garganta en carne viva?
En el dril de mis andadas,
siempre el camino estrecho con su lenta miopía.
¿Cómo es que he caminado tanto sobre
el balastro?
—La zozobra me ayudó a limpiar lo
inefable: me arrodillo ante la luz primera.
Barataria, 12.XI.2014
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