Imagen cogida de la red
FÓSFOROS
De pronto se diseminan las
luciérnagas y aprietan profusamente las sienes.
En el guacal de algunos cielos,
el rebaño de ovejas del porvenir;
hacia las calles de la noche, el
vientre de los cardos y sus lacustres venenosas.
En la jauría de la salmuera todos
los disparos del cansancio, las arrugas
de los zapatos, los fósforos
tenues de la dulzura.
Han bajado los sueños a inmolarse
sobre las piedras, ¿quién duerme,
después de todo, en medio de este hermoso paraíso? Ávidos
fuegos, inmóviles
en las sombras, los ingenuos que
se pierden también en la sospecha.
Siempre remotos los días
alrededor de campanarios:
Sacudo los tiliches de mi propio
sarcófago: los dictámenes de la sed, ahora,
son amarillos; el destino es
violento hasta en la pequeña flama del albedrío.
(El horizonte a lo lejos como una mínima ventisca: todo es tan
cierto cuando
el perro de la sombra hace temblar mi cuerpo de aullidos.)
Por si acaso, camino entre el
luto amargo del barbasco…
Barataria, 31.X.2014
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