Imagen cogida de la red
NAHUAL
En el inframundo, la sombra del
espejo, esa sombra del más allá en mi
espalda.
Siempre en el fuego venal hollado de las tormentas,
casi pútridas las sábanas degolladas
en la raíz cósmica de la conciencia.
¿Sabrá mi propia mazmorra que
estás aquí, irremediable como nudo ciego?
Ya no sé si me proteges ante el
miedo crispado de dientes.
(Hay millones como yo que viven en una ciudad perdida y desafinan
frente
al espejo, con las entrañas llagadas de esperanza.)
¿De qué absurdos suicidas me
proteges? ¿De qué cruz con heces me apartas?
Sobre la tumba, hablan en
silencio los labios: existes en mí rodeada de atroces
días, como para proteger mi
propia ceguera,
como para acercarme a ciertas
fosforescencias, propias del karma.
Andas conmigo, lo sé. Nadie segrega
mortajas anticipadamente.
El pájaro en el umbral, entonces,
cuida su propio sexo.
La sombra del infinito es
absoluta. El arco iris es otro huésped en las sienes.
Barataria, 01.VIII.2014
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