Imagen cogida de la red
ARMARIO
La canícula abre su armario de
sed, ese juego espectral de calles desnudas.
Olvidé todas las sonrisas en este
incendio arrodillado que nos consume.
Siempre fue mejor el albedrío del
invierno a este sofoco abrasador.
Es como si de pronto, cada repisa
del calendario, acogiera su propio dogma,
y lo vertiera en los cuatro
costados de la abdicación.
Ya quemados, de seguro, el ojo
acaba en la oscuridad de las repisas.
(En la ceniza del pecho, solo las enredaderas borrosas de la
insistencia,
y las palabras ásperas de la sed, el altavoz de la conciencia y su
aterrada
fisonomía: de repente, la poesía acaba siendo agua en la madera
petrificada.)
Feroces azacuanes lamen la
sobremesa de la luna…
Barataria, 07.VIII.2014
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