Imagen cogida de la red
DECLIVE
Vacío
de sesos, de corazón, de intestinos y de sexo.
Bendito
seas, amor mío, por todo esto y por nada.
Por
miserable y divino,…
Jorge
Eduardo Eielson
¿qué
historia es ésta de olvidos y declives? historia que empuja la sangre hacia
huidas hasta el punto hondo del sollozo sordo el olfato con solo imaginar el
hueco que horada la espuma detrás del garfio de la lágrima están juntos todos
los recuerdos: el sudor grueso del diluvio el cuerpo el dolor el nido que
fundamos al recorrer el goteo de la niebla a veces son amargos los trenes en
las encías hoy es opaco el cuerpo las vitrinas y el pecho herido en el aliento
fugitivo de las enredaderas todo sabe a herrumbre no hay azúcar en este
precipicio ni agilidad de pájaro sobre la verja del blanco del cierzo sino
insectos y sonambulismo telarañas y semillas en medio del estiércol nuestro
mundo es un mundo incompleto: todo es inminente cuando se arquea el calendario
de súbito te enciendes en mi nostalgia te filtras en el centelleo de la esperma
alucinógena en los paralelos del tobogán de la yedra en ese paraje del colibrí
de tu vientre aunque no estés estás como el ruido intacto de una carpintería (me quedo absorto siempre que llueves de
llaves el afilado despeñadero de las telarañas entre los espejos de las sombras
te ciño el patio de jade de la roca el camino de tus ijares de anís el astro al
filo de mi patíbulo años fueron de brazos y tormentas años sucesivos de puertas
acumuladas en los dientes de ventanas abisales adentro de la armadura del puño
y la brida luego el instante ningún delirio forma raíces ni desemponzoña los
pasadizos de los círculos glaciares ni los trópicos: al cabo después del
desuello uno parte hacia otras ventanas u oscuridades todo es herencia del
tiempo el tiempo que nos revela siempre el tiempo y su furiosa hondura) un
día dejamos de ser vulnerables cruje el badajo de los farallones y las entrañas
negras de la noche y el trapecio en la ganzúa amarga de los arrayanes qué fue
de la hoguera del encaje explosivo de canela del culantro de tempestad de los
relojes de la bóveda abierta donde el pabilo hacía islotes de esquirlas qué del
puño de voracidades qué del afilado candelabro en el postigo de la tinta cedo a
las palabras todos los suicidios cedo a los santos la esencia de los
escapularios ahora he empezado a recoger en el guacal de la memoria todos los
rostros del parpadeo: en el jadeo son innumerables los universos los
movimientos del oleaje todo en el fondo dividido se convierte en ceniza cae la
envoltura de los poros y el rostro cae el alto voltaje de las confidencias el
alfabeto roto de lo tangible el andamio del firmamento de las palabras (la verdad ahora vivimos en medio del miedo
y el crimen las fechas son idénticas a una cárcel ninguna historia nos lleva a
alguna parte: el pasado es presente transfigurado siempre está allí la
sensación de respirar diezmados por la muerte de nuestros pensamientos) a
menudo solo somos lo inexplicable monumentos altisonantes de la libido pasada
del sentido lívidas las cuerdas vocales del horizonte ante los dominios
dispersos de la tormenta en nuestro alrededor espejean las máscaras como el
escabeche expuesto a la perversión de los sentidos y el vinagre y el jengibre ahora
resulta adorable la hostilidad del estupor de las pestañas postizas del sueño
sabemos que las cruces no tienen horario ni fontanería el metal de la sombra
que anega el diluvio negro del grito o la nostalgia —pienso mientras tanto en
los otros horrores que aprietan el cansancio cuántas huellas en el litoral del
cuerpo y cuántos bufones ante nuestros ojos quizá nunca podamos dejar de
explorar nuestras penas quizá porque es la ceremonia a nuestra manera de vivir
ese féretro insepulto de la certidumbre (mañana
quizá nadie nos recuerde pero habremos escrito nuestro propio epitafio)…
Barataria, 21.VIII.2014
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