Imagen cogida de la red
DESTRUCCIÓN
Ahora solo nos queda destruir las
palabras. Y ofrecer clavos de abismo
en las tumbas. Algún día
dejaremos de ser cuerpos aturdidos y despojados
de todo sueño. (Nunca fue tan predecible la muerte y sus
ardimientos.)
Nunca estuvimos tan cerca del
Dios de las sombras, de la mano oficiosa
del dolor, del espejo oscuro de
la violencia.
(Si ahora vinieras, podrías rescatar algunas luciérnagas del
instante;
solo entonces, tendría potestad para desprenderme de estos
monocordes
sinuosos del tiempo en la conciencia.) Odio el pudor entre las rendijas
del mañana. Odio, en realidad,
todos los inventarios del horizonte…
Barataria, 03.VIII.2014
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