Imagen cogida de la red
ALBEDRÍO
Tras el último despojo del
delirio, la orfandad y el recuerdo hacen lo suyo:
nadie es culpable de la
habitación incinerada de las palabras,
del falo sudoroso de la
embriaguez, ni de los despropósitos oscilantes
de la hamaca del océano.
Asumo mis propias culpas, el luto
de los símbolos. (Me obligo amanecer junto
a mi cadáver; chirria mi aliento entre la maleza de la sangre.)
Nadie puede salvar los relámpagos
después de la acumulación
de tantas noches; sólo yo, en el
desierto de mi sombra, imaginando sueños
mutilados, los dibujos oscuros de
la puerta, la belleza que se muda sin otra
belleza, (no quiero la eternidad) entre tantos tropezones en ayunas.
¿Cuál es el futuro después de
este presente cojo?
—Ya no me verás, sino en tu
conciencia, en la sombra que dejan los ungüentos,
quizá en aquel reino de la usura
y la chatarra de los itinerarios.
Barataria, 14.VIII.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario