Imagen cogida de la red
MURMULLO
Se abre como un océano la gota
del recuerdo, sangre de fuegos
agónicos ahí donde las manos ya
no pueden arar la tierra, ni repensar
los círculos que hizo la libélula
en su trance.
(A menudo sólo somos palabras en la oscuridad del universo;
solo palabras de alienada súplica,
libélulas en el vaivén de la jornada, vorágines de lo
irrespirable.)
—En las calles pasa lo mismo: el
ahogo que nos muerde las uñas,
la ebriedad de la duda como una
tenaza enmohecida, el granito derramado
en los domingos. Pero todas estas
aguas del desvelo son humanas.
Uno no sabe, por cierto, hacia
qué inclemencias va la boca,
el pedazo de cuajada entre los
dientes,
o aquella estatua desafiante
sobre el césped.
Por desgracia, estamos hechos de
símbolos: mientras cuento las espinas,
procuro entender la metafísica de
las monedas, el rumbo sordo de la piel.
Barataria, 28.VII.2013
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