Imagen cogida de la red
DÍA
Comienzo el día sabiendo que el
mundo galopa. En el candil de la sangre,
el reloj bisiesto de los ecos, el
percance ante lo ilusorio.
(La infancia es un viejo barco donde ya no juegan los jóvenes):
lo sé ahora después de confabular
contra el alfabeto, lo sé en esta noche
de galopes y amaneceres
comiéndose la desnudez.
—Ahora juego a esa otra lluvia
inconcebible, respiro el hambre,
doy fe de la honradez de los
burdeles.
(A ratos debo insistir en la tierra redonda de las sombras, en la
terquedad
feliz de la infancia, quizá en el trencito de madera
incandescente.)
Toda la vida me la paso
poniéndole nombres a los poros de los dedos:
descubrí así, el pecado del polen
y la cadencia del galope…
Barataria, 23.VIII.2013
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