Imagen cogida de la red
SIEGA
En cada risa segamos esa lluvia
transfigurada en lengua. ¿Bajo qué
robusta luz la claridad nos
incendia de vitrales —Nos reparte, digamos—,
el verde de la página, la
escalera de las revelaciones?
(Para que todo converja en una
sola mano, es nceesario adentrarse
en la insurgencia del balbuceo o
del himno enfebrecido de la ráfaga.)
Por suerte,
en el centro de las rotaciones, nada es resistencia ni cicatrices.
Entonces a
manos llenas bebo las aguas del invierno y si acaso las algas,
materia
ciega en mis manos…
Barataria,
11.VIII.2013
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