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LUMINOSA SOMBRA
Luminosa
sombra la lluvia sobre el musgo, el oscuro paladar del tiempo,
y ese
hueco de vertebras que todavía gimen.
Nos
empuja hacia unas semanas que no sabemos la osamenta, también,
de las
palabras, la tierra desasida de las irreverencias.
Descendemos
hasta la soledad redonda de una lágrima, la sombra del pájaro
se hace
transparente, como la luz que oscila obsesa y en sigilo.
Estalla
todo el despojo y envuelve el horror de las exclamaciones.
Alguien
nos corta la risa con sus letales manos.
Me
hundo en esos pedazos que atraviesa el ahogo: los equívocos, la madera
inacabada,
los explosivos tetelques que uno encuentra en los epílogos.
El
poema, después de todo, constituye mi propio sarcófago.
Total
es el mismo terror de todos los días, Dios ahí, muriendo en su propia
eternidad
junto al hombre, junto al rufián que predica los desiertos.
Es larga
esta tortura,
e
intensos los brazos húmedos de los inquisidores. Uno se muere en el conteo
aglutinado
de las palabras, en esas pequeñas muertes diarias,
en el
trabajo de las frazadas para arropar la fe.
Grito
desde ese pedestal hundido: los círculos del sonido se tornan rostros
cercenados y concéntricos: repartido
en la boca, martillo y cincel de algún
sepulturero, —oye, sí, oye, los
fantasmas del hambre acompañándonos.
Hasta
allí el arrebato de los gusanos y la conmoción del sueño…
Barataria, 26.XII.2016
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