Imagen cogida de la red
CIELO INERME
Sobre
la tierra, la piedra inerme con su lengua inexorable, el grueso destello,
solo de
las pupilas, los rieles de abajo crudos como el grito.
Únicamente
sombras sin que nadie ampare esta boca de cansancios.
De lo
que nunca estoy desprovisto es de espinas y aguijones y de mundos
últimos
y oscuros.
Sobre
mí ese afán de cadáveres desde el cielo. Hay toda una invasión líquida
en el
caos de todos los cuerpos de las epifanías.
Encima
de los lapsus del sudor de las carpinterías, la esquizofrenia
de las
semanas y su reuma de catástrofes.
No hay
garantías para desamortajar todas las tumbas de la ternura y su ranura
incestuosa y su conciencia de espejo agnóstico.
Para
todos los horrores que vivimos en la psique, es necesario expropiar
el coito,
nacionalizarlo hasta el punto del despojo sin condición alguna.
Todo
deja de tener sentido a la altura del césped: la gris pupila del cielo
y sus
ranuras disfrazadas
de
dientes y pelucas y sus aguas de soledades y sus dedos de cóncavo umbral.
Todo se
desquicia en los peldaños de las sílabas.
En los
alrededores de la oscuridad las puertas sin monedas.
Estrechos
mundos donde no cabe el pulgar de las moscas, ni los ojos
del
sendero donde se acomodan las cacofonías.
Por
encima de las altas breñas, el centelleo aturdido del cuentagotas
de las ovejas.
Barataria, 25.XII.2016
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