viernes, 5 de agosto de 2016

SOLO MUNDO, NADIE

Imagen cogida de la red




SOLO MUNDO, NADIE




Uno se acostumbra a caminar entre aceras de dientes y líquidas alfombras.
Siempre “Los aires y las formas muriendo...”, tal las palabras de Rimbaud.
El hilván abstracto de los vocablos, el arqueado aliento de los pespuntes,
los platos desechables en la amarilla boca de los fósiles,
las gargantas estranguladas por la insidia y las oscuras promesas
de la locuacidad: solo mundo, nadie que pinte los sueños de blanco,
de risa y no de tiempo desabrido y agrio.
Uno camina y de pronto descubre los rincones de la avidez, el juego macabro
de las sombras, los coágulos de promesas que de pronto uno recoge
para guardarlas en el morral desteñido de alguna gota.
Al borde de la tarde, se cosen las uñas de los cadáveres, la desmedida
herida de los pañuelos, aquellas distancias que esconden tantas ausencias.
Nunca hay retorno sin que la agitación transporte lo indefinible.
Los ardores de la historia traspasan esas huellas sin interruptores
de los alfileres: cada quien recoge los maullidos de la noche y sus quemados 
surcos de caspa y liendres y piojos.
(En los más remotos sofocos de la memoria siempre la piedra de la parálisis;
a veces la asfixia crecida de las párpados, el condón roto de lo amorfo,
las pérdidas que nos deja la tormenta, la risa de los otros, mientras suceden
pesadillas tan ciertas como la nubosidad y su indiferencia.)
En el camino de los recuerdos, de pronto solo la indolencia de ataúdes.
Tantos ojos y manos salpicados de sangre o sumergidos en ella…
Barataria, 07.VI.2016

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