viernes, 26 de agosto de 2016

RUIDO DE LUZ

Imagen cogida de la red




RUIDO DE LUZ




En el ruido de luz de los huecos, los ecos de las sombras y su resplandor.
Ya hemos vaciado todos los candiles de los pájaros, pero nos queda,
ese jardín memorable de los clavos y los martillos, de las aceras agachadas
de la tristeza, del gruñido delirante de los afueras dejados por la hojarasca.
Uno a veces descree del crujido de las mandíbulas sobre las aceras.
¿A quién darle la cara o la espalda?
¿A quién las manos y los bolsillos, los sueños, la infancia, la camisa desabrochada 
del fuego, el abrigo de los juguetes de lo que fuimos?
Un día se irá usted y yo. Alguien querrá ocupar los brazos, abrochar el aliento,
salir y ver girar la luz sin riendas, saltar y dormir, entonces, sin peligro.

(Arriba atraviesa la niebla los orificios del miedo y la vergüenza;
sobre la cabeza el demasiado polvo de las vigas, el césped seco del crujido.
¿Quién sabe cómo se llega hasta la certidumbre de la brasa, de la luz desnuda
de los peces, y sus corbatas de entusiasmo?
El tiempo siempre desenrolla sus extendidos hilos de luz. Siempre cruza,
o vuela sobre los centavos de mis ansias.
Fuera de mis pantalones, salpica el arbusto de las sienes: callo, a menudo,
cuando se trata de encender los fósforos de ese juego de abrir puertas.
Al pie de las sombras se levanta el pabilo, del resplandor y su aleteo.)

Dentro de la almohada, las líneas blancas de los ijares y los ojos del designio,
puestos en las arandelas de los candelabros: asciende la luz, salvo el hollín
y sus huestes de telarañas. Crecí preguntándole al tiempo,
acerca de los estragos de la noche: luego se cernió sobre mis zapatos
esa humedad de cántaro desorbitado: la luz y sus cascos centelleantes…
Barataria, 27.VI.2016

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