Imagen cogida de la red
INSEGURIDADES
Nunca hubo
un tiempo que se llevara todo: avanza el camino sin resucitar;
la oscuridad
se ha vuelto esa forma desabrida del fluir, el perenne sitio
para el que
sufre, la viscosa faena del surco.
Adentro de
los chiriviscos de la semana, los míseros guijarros de la locura
y ese otro
murmullo de la asfixia con sus propios cementerios.
Aquí avanzan
los múltiples partos de las axilas y su escritura volátil;
de todo el
plumaje, la piel negra de la locura y sus vastas amputaciones.
En medio del
hastío, uno tiene que sopesar con el humo de los titiriteros,
y con esa
risa de harapo que nos venden los periódicos,
los
políticos de turno, los espejos hartos de la intriga y ese ojo de inquisidor
trasnochado. Siempre son los mismos confetis disfrazados de aromas
exuberantes,
las mismas panderetas en castillos de naipes.
Hoy dudo de
ciertas palabras. Las omito por cuestiones de Seguridad Nacional.
Dudo del
murmullo y las argollas.
Dudo de la
claridad encendida e inusitada de las agujas.
Dudo del
veneno tan necesario en ciertas circunstancias de convulsión.
Dudo de la
razón, cuando sus excesos son frenética diarrea.
Dudo del
semen en la gerontocracia de los zapatos y el tartamudeo.
Dudo de los
burdeles cuando mudan sus propios afeites y pierden clientela.
Dudo del
frío frente a los ojos inmutables del tiempo.
Dudo de la
buena fe, cuando me dicen que el olvido es como una gotita
de miel en
el panal con espinas de la patria…
Barataria, 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario