Imagen cogida de la red
RESPIRACIÓN SITIADA
En el fermento tal vez de la
salmuera, la deshojación del árbol de la respiración.
Junto a la línea ferroviaria de
la espera, sitiada la arcilla: es un dolor donde
caigo todos los días, un dolor
frío de pañuelos. La hojarasca traiciona la luz,
hasta hacer medialuz del rocío:
junto a los remordimientos,
los ataúdes inevitables y la
manada de ojeras, casi con ojos trashumantes.
En la calle los dientes hostiles
de las miradas y el ala rígida de la palidez.
A ratos uno piensa en el mar
mientras camina,
o en los charcos que muerde el
recuerdo, o en los mausoleos amargos
de la tarde, o en el búho que
arruga el entrecejo entre sombras diversas.
Dentro de las cuatro paredes del tiempo,
encuentro los pedazos verticales
del luto y la palabra retorcida de
los tantos firmamentos del aliento.
Uno sangra todos los fuegos
póstumos de la luz.
Nada aquieta a la pupila con la
esquirla adentro. Muerde el aguacero de espejos.
La sal se ahoga en la sombra
negra del aliento: hay memoria en el pálpito
zurcido de la tristeza, y
amarillos en la carcoma de los brazos.
Uno carga el escapulario en el
pecho, como el arado para abrir el surco.
Por muchos años me he resistido a
la concavidad de símbolos y altares:
yo miro desde la transparencia de
la llaga.
La vigilia me hace contar los
días sin quitar la vista de las llaves. (A
veces
en la sombra del grafiti, la respiración se torna epopéyica.
En este pulso del desatino, la pupila duele como una gota rota de
quebrantos.)
Barataria, 30.XII.2015
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