Imagen cogida de la red
REPETICIÓN DE LA NOCHE
Cae la noche en el humo enroscado
de los caminos: cada recuerdo
extravía el horizonte: uno no
duerme caminando en medio de sábanas
de ceniza y relojes de lentos
fósforos y resortes.
Hacia el nicho de las linternas,
tosco el cruzar la sombra del eucaliptus.
Allí, alguna pobre evocación de
los silencios, del plomo helado de las mañanas.
Allí los insectos, como una
muralla de losas verticales.
Mientras el aliento repite las
noches, las ventanas manchan la boca de grises;
en el fondo, las mochetas
apaciguan el incendio de los ojos, las hojas de papel
periódico, mordidas por el
desmayo de tantas fotografías, relojes de cualquier
manera, inciertos de pájaros y
flautas.
Hay un violín tenaz de moscas
alrededor del orégano del porvenir.
Mea el espejo sobre el trocito de
memoria que retiene el petate del aliento.
Siempre es así: la noche flota y
atraviesa el telón de fondo de la conciencia.
A veces es necesario caminar a la
par de la gota de luz de la rosa afilada.
Pienso en los ataúdes
deshilvanados de la saliva y los trapos que cubren
a los caracoles, en la otra
mejilla y en la mudanza de las alas:
en la alcancía oscura del
purgatorio, siempre es un lío el manojo de ocote.
Sobre tantos arañazos retorcidos,
más de algún campanario para sepultureros.
En la solapa de alguna bisagra,
de seguro existen otras noches
como en los cuentos de hadas,
donde hay escaleras para que los niños ahorquen luciérnagas, o derriben las
paredes salpicadas de oleaje…
Barataria, 09.I.2016
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