Imagen cogida de la red
EL POETA FRENTE A SU SOMBRA
Todas las ramas del grito frente
a la sombra. Cada imagen de la tierra
detenida en el rostro: en el
último juego de la noche, los aleros secretos
de la fronda, o el derruido
diluvio de los sueños.
Ante la propia existencia, el
desvelo entonces de la piedra y su artificial decoro.
Ante la destrucción, alguien abre
las ventanas y deja que el aire rompa
el claroscuro de la memoria. (¿Es la reja impávida, otra sombra?)
Despierto o dormido, uno se
encuentra con multitud de universos disfrazados:
es la misma tentación de los
trozos amarillos del oficio, y hasta de este
perseverar sin provisiones. (Abismo y sombra es también la página en
blanco.)
Quizá, también, el nudo que nos
ata el pecho, el alto tejado de la altura.
Hoy es el cuerpo, su sombra, el
secreto huracanado de la saliva frente al poeta.
Uno no se hace indivisible en el
hollín o en los armarios, o en el tizne inmemorial
del infinito, o en el bosque
ocupado por el vértigo.
Acrecentada la hoguera no existe
palabra alguna en reposo, ni indiferencia.
Alrededor de uno, la sed a media
voz, la desnudez implacable de la noche.
En el brocal del paraíso los
espejos terrestres del más allá: el cadáver quemado
frente a la desmemoria sorda de lo irrevocable.
Ignoro si en la línea del tiempo
sólo existen absolutos, u otra forma
para evitar la devastación
punzante de la salmuera, la calle viscosa de peces,
o el golpeteo de la cruz en el
pecho, como un diluvio de aguajes oscuros.
Ante tanta ferocidad, el poeta
endurece sus ojeras y extiende los brazos hacia
el infinito. Su sombra es la gota
del más allá, la calle del noctámbulo…
Barataria, 18.XII.2015
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