Imagen cogida de la red
POR UN MAR DE MEMORIAS
Todas las vidas al encuentro de
los relámpagos, el mar hacia las calles,
entre alas y silencios oscuros,
entre ojeras ardidas de aullidos:
ahora la melancolía necesita de
otros follajes, o si se quiere de otras demencias.
A menudo la lucidez nos conduce
al exterminio, a los estrechos puentes
donde la peste muerde las
rodillas y deja colgando de las axilas los epitafios.
Sobre la piel y la piedra
escribimos todos los días. (Las
consecuencias son terribles cuando abrimos los ojos; entran las semillas
feroces del tiempo,
la noche y sus anaqueles astillados, los huesos y su desánimo
sombrío.)
Dentro de un tiempo de puertas
malolientes, nos hará falta la memoria.
Todas las semanas se alzan
frenéticas sobre nuestras sienes.
La desnudez, unánime, se enredada
en la sed de las manos, en la ávida palabra
que habita el pecho: al borde de
los ojos gritan las aguas del tiempo.
Al borde de los relámpagos resucitados el dolmen de las
sombras, la entraña
inmemorial de los pájaros, los
oleajes inauditos de la saliva.
Alucina el aire enredado de las
enredaderas, las aguas se deslizan intensas
sobre los abanicos de la humedad.
La memoria siempre resulta
indeleble en el haz de trementina de las sombras.
De todos los días de la ausencia,
ignoro las promesas, el café, los cigarros,
y los besos que murieron
resquebrajados en la niebla.
Recobro o queda en suspenso, el
animal que me sangra en el colibrí del cierzo,
todos los pasados con vocación de
granito, esta mitología de caracol…
Barataria, 01.I.2016
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