Imagen cogida de la red
TERRITORIO CONTINUO
Ya salido de estas calles de
continuos abanicos, cajas, cartones, sombras,
me adentro en las grietas, o en
el simple adoquín nacido de las sombras;
en la creciente caja de la noche,
el amaranto del pez devorando el calendario.
(Existen intemperies con nombre y apellido, incesante goteo de
muchedumbre
en este territorio de peltre, o arcilla.
Nadie sale ileso de las fantasías propiciadas por los periódicos:
todas nos conducen,
por supuesto, a distintas alas, a los flujos de rocío de la
saliva,
a la piedra que estalla en los ojos como una campánula siniestra.
Hay quienes van evocando los caballitos de madera de las fiestas
patronales;
otros seguramente el desierto de Nevada y California,
y otros los tantos vestigios que han dejado las palabras al
albedrío.
Y otros, quizá en las telarañas acumuladas en los zapatos.
Y otros, cuando menos, en las catacumbas y en los pozos de la
muerte.)
Apenas puedo con mi sombra
desvanecida en el polvo.
Tal vez porque me acostumbré
—desde la infancia— a triturar mi edad
entre las piedras y los
astringentes: me doy cuenta, pasadas ciertas paredes
carcomidas por la tristeza, que
todos los estandartes son mortíferos.
Ni siquiera el silencio es fiable
en la gruta de las calvicies.
Uno tiene tantas vidas según se
puedan contar las costillas de la audacia.
En este continuo segar telarañas,
son innecesarias las profecías.
Y hasta esa inofensiva hoja de
papel curtida en las cunetas, como nudo ciego.
Barataria, 22.XII.2015
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