miércoles, 13 de enero de 2016

FOLLAJE PRETÉRITO

Imagen cogida de la red




FOLLAJE PRETÉRITO




En la antorcha doliente de la memoria, el tiempo inexpugnable de la hojarasca.
Es la muerte del tiempo. Es la muerte del vuelo: es el pretérito y su retorno.
En medio de  la palabra agrietada entre las manos, la nostalgia y su implacable
melancolía, el vacío que nos dejan los umbrales, los muertos que perdieron
su guerra en los talleres diarios de la ceniza.
A la altura, —por cierto—,  del caos y las parábolas, el profundo imperio
de las tentaciones, o los dobles balcones de una respiración al mediodía.
Entre las multitudes, tus manos ordeñan el hambre de las aceras de concreto;
(A veces necesito sentirme humano en medio de tantos espejos y sonidos.
Hay algo íntimo en ese tacto turquesa de las ventanas.
Necesito repartirme en las páginas del agua, cerca del grito y las distancias.)
Necesito escuchar las voces extrañas del silencio, tal como las dicta el follaje,
sin más luz que esta luz que brilla y se apaga.
Todo me incita a la cumbre de lo ya dejado, pero también hay algo que vacila
a la hora de asir, serenamente, esos fuegos de sangre en la ventana.
Nunca es tal el sosiego cuando los pretéritos se devanan debajo de la piel,
míseras aguas en el cáliz del espejismo.
Nunca olvido la oscuridad que me niega: todo, al final,  cualquier designio,
es el tiempo discurriendo sobre el río de fotografías de la memoria.
Todo morirá alguna vez, hasta la fe de conciencia. Por hoy, he regresado               a algunas fotografías; mientras  una mosca vuela alrededor de mis sienes.
Barataria, 29.XII.2015

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