Imagen cogida de la red
OFICIO PRECARIO
Toda
mi piel acorta los brazos de la tinta: este oficio del cuerpo tiene el don
de
la precariedad: nada tengo sino los reniegos que exceden a mi voluntad.
Las
palabras gastadas, acaso, como los tropezones en ayunas.
La
ropa taciturna en medio de la bruma de los sueños, el hedor del asedio
y
estas ganas de vivir, la convicción del tamaño del amor.
En
este oficio no gano interés, uno es como un supernumerario de escapularios.
Siempre
hay una sensación de infinito y también de desaparecer.
A
más noches, sombras y paredes y un lenguaje de balbuceos y un mimetismo
de
pájaro absoluto en la rama del aire.
(Este oficio no da para
mucho, a más de los desgarramientos:
la pose es una máscara,
afeite de la escritura, —providencial para algunos.
Abundan oficiantes.
Demasiados oficiantes para esta forma de morir.)
Solo
es posible la historia del vacío.
En
la piedra de los haberes, los tiliches y el ronquido enloquecido de las aguas.
En
el dividendo de los ojos o los pies, el mismo olvido en el vaso de la sombra,
la
sinopsis del grito, el sinatroísmo de las excavaciones.
Madurar
en la campana de la palabra lleva tiempo: nadie tiene garantía
de
las pérdidas o las ganancias; el oficio es idéntico a la miseria del
prostíbulo,
al
mundo al borde del abismo.
Ya
todo existe: simplemente a las palabras hay que quitarles el polvillo.
Si
hay algún misterio, éste no tiene nada que ver con el mercado de valores.
Ignoro
si uno ansía morir en cada poema escrito.
Barataria,
03.VII.2015
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