Imagen cogida de johannes-esculpiendoeltiempo.blogspot.com
HORA DE LA DUDA
Sólo el ahora y el mañana
desconocido, el cuerpo en el cadáver, no el milagro.
Vacío el pecho que nombra en la
sombra, incierta la luz que ha sido y será,
vana la navaja que reposa sobre
el féretro, el segundo del instante que apenas
respira en el olvido de la
palabra.
Es hora de dialogar con lo
desvalido, con la tierra al límite de la piedra.
Es hora de la duda y sus
instrumentos, oscuras bocas en la puerta del azúcar.
Que fluya, ahora, toda la
oscuridad posible, hija de la duda, ahógame
en el espacio del despeñadero, en
la gentil ignorancia de las bóvedas.
Me invade el eucaluptus y su
largo firmamento.
Dudo de este mundo de exterminios
y ciegos armisticios.
Dudo del discurso y su sintaxis
de saliva, del día en que no amanecen muertos,
de las conversaciones al oído de
los estadistas de turno, de lo áspero
que resulta la resignación, del
agua ni siquiera imaginada en los ojos.
(No sé si podamos vivir sólo de palabras bonitas, de palabras no
desérticas;
de la brisa instintiva del zumo, de los muchos calendarios de
escapularios,
de la valla publicitaria del horizonte con el nuevo hombre.
En la hora del fuego, el espejo líquido, absorto sobre todo lo
humano.
Crecen los clowns como moscas en el divertimiento del mundo.)
¿A quién le creo, —dime— en este
fuego de cansados naufragios? ¿A quién?
¿A quién le creo, si la luz es
muerte, si la premura es cueva y hondonada?
Es extraña la siesta de la
herrumbre y sus manos hacendosas.
—Vos, cuando huís, sabés de estos
acordes que titilan en la geometría
de los ijares, en el contracielo
de la gravedad de la esperma. Ahí, la duda
y su desenfreno, el comercio, las
ventas de armas y y los prostíbulos…
Barataria, 21.VII.2015
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