Imagen cogida de la red
AULLIDOS CONJURADOS
Uno ya no entiende el sinnúmero
de conspiraciones alrededor de lo inverosímil.
Se conjura la crisis que vivimos,
el viento, la seguridad nacional, el sumario
de los difuntos, los días donde
aúllan los espejos,
los inviernos inmóviles de
cadáveres, el abandono que nunca es inventariado.
Otros sencillamente conspiran
contra el sueño y los sueños,
(a menudo se vacían las bodegas de la verdad para disparar la
mentira);
a menudo no hay botella de mar en
el ceño fruncido de la pecera del enfado,
ni en los altos círculos donde
abunda la oscuridad de la saliva.
Hacia los nuevos tiempos, el
dolor kafkiano en las manos de Descartes.
Ante la insania, uno de pronto,
sólo ve bufones y una ciudad con abundantes
testaferros: hasta el mínimo
sonido es visible en los retratos aviesos
del granito. Uno nunca termina de
comprender dónde se construye la herida
y el desaliento, los goznes de
los insectos y la salud de la democracia,
los alfileres que rompen el tórax
de la noche y luego la hacen trocitos
de bisutería y punto de encuentro
para el éxtasis de los pañuelos.
Los aullidos son pate de nuestra
subsistencia: la noche nos nombra a todos.
(De seguro desde el bostezo del poder, vos, inclinás los ijares de luz
de tus muslos, hasta verter el absoluto viscoso en mi boca,
mientras el tronco
de la noche juega al deshielo de la sombra.)
A través de la oscuridad sorda de
la piedra, el absurdo de cierta pluralidad,
y esta esperanza que ya se ha
convertido en cárcel. Y este tiempo con afán
de construir señuelos a semejanza
de otros paraísos.
Barataria, 15.VII.2015
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