Imagen cogida de la red
AGUAS DEFINITIVAS
Pienso en el
mea culpa de las gaviotas que paran el tráfico, en las barricadas
de piedra
donde envejecen los anhelos. Veo la lengua del agua, definitiva,
en las
palabras muertas de los encajes,
en las casas
con orificios, pero sin ningún rayo de sol.
Gime el nido
desbaratado de la felicidad y el susurro de agua en la noche.
¿Cuántas
lluvias amargas prueban los ojos? ¿Cuántos arpones en la piel,
de pronto,
como agua temible de alfileres?
—Han pasado
años y nunca saqué mi ropa al sol. La noche y el luto poseen
ese extraño
brasero que solo se siente cuando se pudre la garganta.
A veces,
agrios, tetelques, nos convocan los
conjuros, la escarcha del matorral,
los
inviernos que ya conocen mis despojos: yo dejo que el cántaro de barro
se quiebre
en los dedos;
evito la
ceniza de ciertos rostros, las escobas que solo barren el hambre.
(Hiciste de mi soledad otro
camino de silencios, una muerte elegida
para idolatrarla, otra lágrima
que llene el cuenco de las manos, distancias
adustas en los juegos peligrosos
de la noche.
Aquel tacto o sílaba es piedra
que ya no toca el rocío con exactitud.)
Ignoro qué
haces dentro del espejo, con tus largas piernas rodeadas de nubes.
Antes fue
como el fluir de mi conciencia, inocente entre largos pinos
de
trementina compartida. Todo acaba siendo cementerio, o lluvia amortajada.
Ahora me
urge borrar las cicatrices del asfalto.
Barataria,
08.VII.2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario