Imagen cogida de la red
BOCA DE LA ASFIXIA
Recién
llegado por definición es: aquella diferente persona notada en seguida por
todos, que llegado recién a un país de la clase de los diferentes, tiene el
aire digno de un hombre que no sabe si se ha puesto los pantalones al revés, o
el sombrero derecho en la cabeza izquierda, y no se decide a cerciorarse del
desperfecto en público, sino que se concentra en una meditación sobre eclipses,
ceguera de los transeúntes, huelga de los repartidores de luz, invisibilidad de
los átomos y del dinero de papá, y así logra no ser visto.
Macedonio
Fernández
Me ahogas de
rodillas en el vacío. Aquí un golpe tras otro donde sólo van quedando ruinas.
Donde sólo las magulladuras quedan impregnadas en la cobija. La cerradura es la
caja negra de mis miedos, ¿qué lejos vivo de la mano del día? En las manos
crecen sigilosos los días dolientes de la semana y su retórica, los silencios
apagados de las paredes. Duele el ojal del
hambre en la yema de los dedos cuando éstos suben a la mesa; duele el hoy
al despertar en el ayer de los trastos metálicos colgando de la garganta; duele
el aliento sajado del postigo y la cosecha de musgo en la hojarasca del tejado;
arde la albarda o el aparejo en el ojo de luz después de un trajín y otro, sin
parar. Siento fuego en el crespón del
aliento; en tus aguas, el filón del sexo con su ajuar ciclónico. Las dos
sombras de ceniza mientras dormimos. Las dos noches sobre las baldosas y su
terquedad galopante. En la frente los vía crucis de granito como otro extraño
río de silencios desmembrados. Sobre el viento maduran los ojos su inocencia de
recuerdos. ¿Quién es el héroe o el antihéroe en este relincho desencajado de la
entraña? El calendario nos hace naufragar, abierto, en el costado de las aguas,
lento como una entraña dolorida, páramo en el caracol del asfalto, ruin tal el
follaje en los tragantes. En la cueva de la asfixia, tocamos la serpiente de la
miseria y ese olvido al que tanto aspiro, después de abandonar el mercado de la
nostalgia. (Siempre fueron desesperantes
las palabras cuando le castramos los pájaros y dejamos, apenas, los harapos.
Cada sofoco fue un latigazo fúnebre como el ojo gastado al borde de las aceras.
Hoy son irreales todos los litorales del gemido, las solapas de la herida, la
redonda flor del tacto, la voz rendida ante las pupilas. Hoy, la breña nos
desnuda y quedan impunes las puñaladas y queda al descubierto el semen
derramado. ¿Es brasa toda esta oscuridad que nos desvive? ¿Cuándo, hasta cuándo
el disfraz apropiándose de la conciencia?) Mientras se nos rompen las uñas
de los dedos, ¿dónde reposa la humedad que acumulamos? Toda la boca en el goteo
del cordero. Todo el pasamontañas para andar o quitarle llave al país. Todo el
sollozo en la imagen macabra, en la mueca de la infancia o la adultez. Siempre
vasto de incendios alrededor de las arrugas, siempre mortal el paraíso y los
adanes y las evas y las manzanas y las serpientes y los ojos en vos danzando en
el sagrario absurdo de la sombra. En realidad el tiempo es absurdo: simplemente
hay que ver al espejo donde descansa la sed o el misterio y su horrendo
bisturí. Después de todo, ya ni se si estoy loco o me he convertido en imbécil,
el humo desespera con sus sarcasmos; ante ciertas noticias, tapo los agujeros
del insulto, este dolor de animal engangrenado, y los estribillos del drama
nacional. A la luz de tanta sordidez me torno incomprensible: yo y la mierda de
mi mortalidad. En las esquinas del delirio, siempre hay esa sensación de
malestar despierto, siempre la duda como única dirección postal para enviar las
haces del absurdo. Desde hoy aborrezco los diversos nombres que tiene la
polilla. Ah, tus muslos para empezar a subir el mundo…
Barataria, 16.VII.2015
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