Imagen cogida de la red
JARDINES ENTERRADOS
En el centro del aliento, las
tumbas de los jardines y la noche. Los mapas
subterráneos de todo aquello
mutable: los alaridos del grito muerden
esta locura de estar todavía
vivo. (Todo el pálpito se ha traspapelado
en la última bocanada de memoria. Todas las realidades juntas a la
deriva.
Es costumbre la pantomima y los muertos.
Usted sabe que ya no hay tiempo ni siquiera para explicar los
adioses.)
En el manojo de ceniza de las
líneas zodiacales, usted y el mundo disputándose
los abismos del abandono, sin
ningún reparo. Los días arados están muertos.
Enterrado el último sudor, sólo
la sombra que habita el insomnio.
Enterrada la garganta del alba,
la alegría irrecuperable sobre la mesa.
Después la escarcha y los calendarios
devorados.
Ella, la flama o la mariposa, los
otros sedimentos que transcurren en el hueco
del quinqué de las preguntas.
Enterrado, también el rostro de
la lápida, ningún pétalo sobrevive al rostro.
Usted lo sabe cuando cruzó estos
jardines dilatados de la desnudez.
Usted que lamió los ojos del
semen hasta la última demencia de la geografía.
Usted que allí desvistió las
aguas con sus manos.
Ahora hemos vuelto cordero el
alba del origen y sombra el pez debajo
de la tierra. La nada repta con
su látigo.
En el escenario del ahogo, nadie
deslía el escombro de las palabras…
Barataria, 31.III.2015
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