Imagen cogida de la red
BOSQUE DESCENDIDO
lávame
en la candente ceniza de tu cuerpo,
vierte
tu dolorosa palidez en mis manos,
y
antes que el crepúsculo descienda de los bosques
a
tenderse en la arena como un lagarto acuchillado,
desgárrate
los muslos con mi flecha de seda
César
Calvo
Vacíame todo el tamarindo y la
torreja de la ternura, muerde la espiga de la sed,
circúndame el violín del pecho
que voy tras el sendero de azúcar. En la pupila
ciega, la cálida gaviota de tus
manos.
Lléname este costal de ausencias
del alma, trepa al árbol alborozado,
desliza la marea hasta que arda
el infinito innombrable.
En el enjambre diluido repta tus
muslos hasta traspasar la agonía.
Desciende hasta la sombra viril
del azogue.
Amotina tus senos en las redes de
mis ojos, salpícame de trenes y litorales.
Enrédame en tus poros de matorral
ardiente, en tus ijares de íntimo pétalo.
Después, deshabítame de tantos
espejos: quédate en mi sombra.
Quédate en los escombros de mi
boca, en la fiebre de mi sed,
hasta que el incendio deshaga la
última gota del respiro, el eco del desfogue.
Barataria, 14.IV.2015
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