Imagen cogida de la red
ESTACIÓN
DEL VACÍO
Como en
aquella estación de la penumbra, la escarcha del vacío en la lengua
raída de los
rieles: sobre la lengua del mantel, anochece la demencia del polvo
y la ropa
colmada de agobios.
—Quizá en
los aleros de la locura, los ojos cuelgan como los sombreros
de la
simplicidad, como la diadema del pez rojo sobre la mesa petrificada
de la indigencia.
(De pronto, la verja de la memoria eructa
sus cansancios.)
En la mitad
del otro ojo del plato vacío, los ascensores de la calamidad: cierta
e inevitable
la ficción y su jarcia fantasmal,
la piedra
intrincada, ciega de las anulaciones.
En la
lección de la salmuera, todavía lo remoto y su inverosímil azar.
Si algo
reprime, es la estrechez ciega del tacto dentro del jarro de la miseria,
y esa
aparente movilidad de los suspiros en la escalera del mercado.
Cuando
llegue al límite de la lucidez,
otros
agitaran sus absolutos: esa es la diferencia de la imperfección.
(Mis equilibrios siempre respiran
lo inverosímil: uno no siempre cabe en el ojo
de una aguja, ni en la entraña de
ciertos trajes.)
Barataria,
06.I.2015
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