Imagen cogida de la red
ALTURA
DEL TRÁNSITO
Subo en la
escalera de sed de la altura: a veces, en mis manos, florecen
las jeringas
de lo cerril y el azúcar de un desván inolvidable.
En el camino
de tierra suelta, las sinalefas indefinidas de las alambradas,
muerden al
espantapájaros de mis ojos hasta rasgar las pupilas.
He aprendido
a negociar con la vida y la muerte: el hambre me habla
con sus
intestinos amarillos; me retrata en la duda y los miedos, pero el viento
es
inaplazable, el río de peces del galope.
Bajo a las
crines fluviales del hervor; respiran las semanas transcurridas:
a veces me
canso de inventarios y caminos. Me canso de jugar a los brazos
que no me
pertenecen,
me canso de
mi garganta y del aliento,
me canso de
esa piedra con la cual tropiezo todos los días.
Sin embargo,
es mi deber seguir anotando otros nombres, cambiar de olvidos
y zapatos,
hacia el día con sus raíces intactas.
(Allá, en la casa de los
recuerdos, la cobija quedada de los sueños: el destino
siempre está hecho de juegos
invisibles que uno va descifrando según
las aguas del espejo. A la
distancia, otros ojos penitentes y desnudos.)
Barataria, 23.I.2015
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