Imagen cogida de la red
ALGUNA
VEZ
Alguna vez
he visto el fondo de la brisa secar las semillas, morder los extravíos
del viento,
acurrucarse rociado de melancolía: para lamer el vello púbico
del
calendario, es necesaria la liebre saltando sobre la piedra, morder al pez
salpicado de
fotografías o colgar los juguetes en la barba del contagio.
En la
tormenta de guijarros, los apóstoles barnizados de confeti.
En la
hemorragia de la boca, aprendí los diferentes significados
de las
simulaciones, el simulacro de las estaciones que caen al vacío, la mancha negra
del mar en fósiles de hormigas.
Pasa, que en
la taza del tiempo, no caben todas las anáforas y los retruécanos:
—vos lo
sabés aunque usés Clean mint en los
monosílabos, en la viga que entra
al ojo como
otro espejo que arrebata la propia imagen.
Hay
vaticinios que se ocultan en el ala del pájaro y en el horizonte de la polilla,
y flotan
como prometeos en la piel.
Alguna vez,
hasta el cuello, la armadura sin jinete acercándose al aliento.
(Siempre me quedan dudas cuando
ciego de colores busco alternativas para abrir los ojos. A menudo, no hay más itinerarios que la alta
noche, que esta
ignorancia de ser cebo en medio
de la avalancha de lo inexplicable.)
Al otro lado
de las esquinas del silencio, la lengua del agua
Y sus
resignadas flechas: imágenes acurrucadas frente a la fábula de la voz
obcecada del
asedio. Siempre es así cuando estamos en el mundo.
Barataria, 17.I.2015
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