Imagen cogida de la red
BOCACALLE
En las
esquinas pisoteadas del aliento, nada más cierto que la bocacalle
del insomnio
y sus paranoias. En cierto modo, la neblina consume los zapatos,
los
escombros difuntos de los tragantes, (atrás
del alba, el estiércol convertido
en alfombra), las falsas bisagras de las
sombras
y esos
furtivos esqueletos de cuchillos que horadan las costillas.
En la flor
mordida del asfalto, el desequilibrio del país hace lo suyo:
los yaguales
de la sed, hasta donde sé, no crean patriotismo, ni el galope
de las
axilas se torna sedentaria en medio del tumulto.
En estos
caminos hirsutos de la gran ciudad, son visibles los estereotipos
y el
desenfreno prolijo de ciertas demencias.
¿Quién es
impermeable frente a los dientes del smog? Hay paraguas pestilentes
como tardías
esquizofrenias de fósiles. Cerca de mis ojos, el vestigio
de la muerte
y su embriaguez de bosque o escoria.
Ante cada
grafiti roído por la memoria, el vómito desatinado del crepúsculo.
Las sombras
de la bocacalle, después de todo, carecen de nombre:
tanta
destrucción erigida como antorcha. Las astillas se agolpan en el sueño.
Barataria, 18.I.2015
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