Imagen cogida de la red
VESTIGIO DE CENIZA
Morder allí la flor de zinc del
lenguaje, los apellidos de la historia, las cuarenta
noches carbonizadas de la
astrología, los vestigios triturados de la ceniza.
(Tal vez aquí encuentre un agujero para todas las desdichas
carcomidas:
en las aguas del natalicio, no hay peces que abran los ojos a las
sombras.)
En la parcela de la lengua, esa
campana pulverizada del aliento.
Solo sobrevive la huella en
pañuelos de ceniza;
en los capítulos de los poros,
los cementerios con sus ojos de piedra.
Al final, solo queda remover las
lágrimas del fuego, deshacer el cataclismo,
morder vagamente el talud y sus
aristas.
—Alguien dirá, un día, que la
intemperie es una herradura ensimismada
en la entraña o en el sopor
abisal de una mortaja.
Después de la fábula, la lámpara
enmohecida de las fauces…
Barataria, 06.XII.2014
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