Imagen cogida de la red
DESCONCIERTO DE LOS AÑOS
Detrás del árbol, el desconcierto
de los años imposibles, los viejos aromas
de la desnudez primera, la
eternidad que nunca termina de madurar,
sino en los goznes, quizá en la osamenta engangrenada de los
callejones.
(Hoy solo tengo entre mis haberes la lucidez fatigada de los días;
y la mesa del despojo sin nombres, salvo la ceniza sorda sobre mis
hombros.)
Frente al hoy, el hambre secular
de los minutos.
Arde cierto espejismo cubierto de
lluvia. —Es, sal ciega, el ala del confeti
que vuela sobre las sienes, las
llaves que escrutan la edad de la conciencia.
Ahora mitigo el hambre con la
hostia de las luciérnagas.
No es peor la calle empinada al
desvelo: los años, a menudo, tiemblan
como un vilano y enrojecen en la
comunión de las entrañas.
Si algo he aprendido, después de
todo, es a preservar el asombro.
(Entonces dejo que otras angustias aúllen sobre el timbre del
cactus;
mi camino no tiene nada que ver con sequías ajenas: el mundo es un
espacio
grande donde cabe la vida y la muerte. Aprendí a calmar mi propio
frío.)
Alguien, de seguro, guardará
fotografías para su postrera salvación…
Barataria, 20.XII.2014
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