Imagen cogida de la red
DIVAGACIÓN SOBRE LAS HORAS
Alguna vez en el camino de lo
vivido, el trompo disperso del cierzo, el grito
o la voz del tiempo: divago en la
infinitud de los minutos; remotos tatuajes
empollan la memoria, ese siempre
implacable de los aullidos.
En el cíclope de la vigilia, el
enjambre tórrido de los párpados y su flama
de luciérnagas. (Ya desvelado el Dios del laberinto, son
transparentes,
el madero y los esqueletos y los estupores y el rostro desnudo
entre las cosas.)
Nunca tengo más, al desteñirse de
cuerpo y quemadura.
La respiración tiene su
importancia: ayuda a enjaguar el aliento de tantos
disfraces y juego de peces y
escapularios e indulgencias.
En el rostro siempre gritan las
piedras, las ganzúas, o el pétalo atollado
en la alegoría de alguna proclama
o disparo.
En el alero de la desnudez, se
desangran los periódicos y las palabras.
Al encaje fino de la brisa, el
ojo circular del recuerdo, los caminos sudorosos
de la piel, la línea ingobernable
de la fugacidad.
En el confín de las viejas
telarañas, deshago el zumo de la ráfaga del crepúsculo.
Mañana, en medio del matorral
ardiente, el país, de nuevo entre mis
venas.
Barataria, 10.XII.2014
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