Imagen cogida de la red
ACEQUIA
Mientras la tarde astilla el
entrecejo, el estiaje del candil se hace hondo.
En la acequia de mi pálpito, el
perro con pulgas de la indiferencia.
Huye conmigo el despeñadero y el
torbellino de la bestia que me habita.
Ante la pared de la inmolación,
el terror con sus paraguas azorados.
¿De quién me fío cuando la
claridad está muriendo? ¿En qué cobija mis miembros yertos, el alfiler
creciente de la herida?
(Ya hemos caminado bastante, por cierto, en esta negrura de la
furia y el caos;
quizá sea tiempo de decirle un hasta aquí, a la ponzoña y a la
niebla.)
Entretanto, no sé si poner la
otra mejilla. Aun hay hollín en estos días.
Aun no hemos enterrado el luto
para darle paso a la epifanía.
Barataria, 08.XII.2014
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