Imagen cogida de la red
DESTINO
Transitar siempre en calles
desiertas; al final, incinerar mi propia escritura.
Tartamudear frente a las puertas
y morir de indigestión en una mesa vacía.
Contemplar los días que huyen
desde mis dientes con todos los sótanos
de la desesperación: siempre me
revelo ante la estupidez de los antros
sin arrepentirme; después, el
espectáculo que provoca el pánico.
En la calle me espera el altar de
los cuchillos y el pizarrón de las esquinas
con sicarios de desfigurada cruz.
Se desploman las palabras. A
mitad de mi vida, pienso todavía en lo irreal
del alba y en la maleza que
muerde los armarios.
He vivido los incendios del
mantel vacío con su bodega de moscas.
En la estación del más allá,
vislumbro los murales disfrazados solo de grafiti,
y los atrios con su vendaval de
diorama.
Desde el sinfín, el sonido
macabro de las hormigas.
El destino es esa lluvia que no
se alcanza a deletrear en medio de la noche.
Barataria, 19.XI.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario