Imagen cogida de la red
ESCAPARATE DE LA HOGUERA
No me sirven los huecos de
cristal de los escaparates, justo cuando la hoguera
no quema la ropa sucia de los
ventrílocuos.
(Siempre hay tanto que decir de los vestuarios de la locura), de ciertas
personificaciones, de los ruidos
que caen de las cefaleas.
Me conmueve el circo y sus ojos
de confeti.
En el abandono uno espera el
milagro de la luz, el día sin aparadores, solo
la plenitud de una sonrisa como
hoja de cierzo (el artificio nunca
alberga
pájaros ni ilumina semanas inocentes.)
Ya transcurrido el camino de la
conciencia, solo el carbón en las sienes.
En los brazos siempre hay hambre:
ninguna moneda puede hacerte visible
para
conquistar la tierra prometida; (vos) fugaz en el mostrador
de mis
visiones, y sin embargo, no te extingues en la gota de azogue.
Mañana, de
nuevo, la fiebre irremediable de los muertos y la temperatura
profunda en los poros del
horizonte. Al cabo la vitrinidad es parte
de los juegos simbólicos de
nuestro tiempo.
Barataria, 13.X.2014
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