Imagen cogida de la red
EDAD DE LA CENIZA
Solo la huella en el costado del
cansancio, los días todos a la orilla
de la tinta, la inocencia en el espejo que cuelga de la
ventana del más allá.
Sobre las escaleras del litoral,
la certidumbre de la esfinge,
y los epitafios que nunca parten,
están aquí disfrazados de perennidad.
¿Cuántos horizontes soporta el
cuerpo?
¿Cuántos pájaros vencidos en
nombre del tiempo?
Es terrible el camino que no
alcanza a sosegarse en la entraña: uno va,
—al parecer— como una especie de
Clown transitando los corredores
de la muerte, los diferentes
escalones de la vida. (Después de todo,
únicamente
estás como una sombra errante en esta realidad de pequeñas
herejías.)
Vivimos entre apóstatas y
martirios.
A menudo es necesario el coraje
para descubrir y andar los atajos.
En las sienes, el pájaro fugaz
del paraíso, las raíces de la hondonada.
Tras el despojo de la
orfandad, esta edad de ceniza cautiva en
el aliento.
Ante el laberinto de los
sentidos, siempre seremos fugitivos como el pájaro
que se arrima detrás del aire…
Barataria, 12.X.2014
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