Imagen de Ygor Amilkovic
CULTURA DE LA ASFIXIA
Después, el silencio como una
respiración sin cuerpo que crece desde la noche
hasta la noche: en la garganta,
el polvo encorvado de los propios recuerdos.
Entre los discursos, prefiero el
cansancio de los bares (hay ciertos clisés
que son eso: clisé, artificio, perogrullada.) Prefiero los purgantes y la vida
mortuoria de la miseria, las riñas callejeras de los perros
y esas extrañas perversiones que
produce la evocación a los tantos sinsentido
de los improperios.
Me he perdido en los establos y
en las perreras.
En los sótanos se libran batallas
feroces.
El cansancio despierta en el
pálpito de los huesos; vivo, por cierto, en el confín.
Callo. Hay simbolismos de los
cuales uno no se puede fiar.
(No me atrevo a eyacular en el desvelo,
ni en los canceles de la historia. ¿Quién tiene limpio el aliento después de
tantos años perdidos? Aquí perdimos la inocencia y el arcoíris de la primera
desnudez. Ondean en su aventura las cucarachas. ¿Fue derrota la soledad que
ganamos? Me cimbras el paladar sobre la mesa del ombligo, sangran los trabajos
del tiempo. En la piel, el calor ávido de la carne. La herida nos ha amputado
todo en lo que creíamos.)
Barataria, 15.X.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario