Imagen cogida de la red
TALLER DE OTOÑO
Siempre hay desatinos en el
incienso extraviado de las sombras. (El
tiempo
es ese dolor de cabeza que nos sacude la infancia.)
Dura mientras vivimos este
trabajo de cadáveres, ¿qué nombre le damos
al magnetismo de los relojes, al
invierno desagradable de las arrugas?
—Detrás de todo existen bocanadas
de sueños y días como rieles o litorales.
(Siempre pensé en los matorrales e insectos que se llevan dentro;
sorda es la carne con sus envolventes escombros; merodean las
aguas
del más allá de manera impune.)
En mi taller respira la garlopa
del aliento, el aserrín redondo de los años
desvanecidos. Aquí o en cualquier
parte, el espejo como arenas movedizas.
No hay razón para temer a lo
irrevocable, —me digo.
¿Qué rumbo tienen las litografías
del hambre?
Siempre fueron indecibles las
sábanas y los manuales del calendario.
En el castillo de naipes, la
ceniza que nos muerde sin tregua los ijares.
En mi taller de otoño, las calles
y las estatuas que no envejecen.
(Para esta vocación de mar y
muelle, solo mis ojos descalzos en el torrente
de la memoria. Mañana quizá sea
otra voz la que estruje el horizonte.)
Barataria, 04.X.2014
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