Imagen cogida de la red
MEMORIA DEL INSTANTE
“Como
los perros, siento necesidad de infinito… ¡Y no puedo, no puedo satisfacer esta
necesidad! Soy hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho. Me sorprende…
¡creía ser más! Por lo demás, ¿qué importa de dónde vengo? Si hubiera dependido
de mi voluntad, habría preferido ser el hijo de la hembra del tiburón, cuyo
apetito es amigo de las tempestades, y del tigre de reconocida crueldad: no
seré tan malvado.”
Conde
de Lautréamont.
¡Cuánta luz
en el ahogo de los días salpicados por el invierno! (vos) como aquella
respuesta a la indagación de mis cansancios disuelta en el campo de
concentración de mis recuerdos escapada del difícil nombre de los sueños
incomprensible en el granito del desuso junto a mis manos el goterón de la
renuncia la vida sin alas en el próximo viaje
salvo el fuego negro de las moscas y el demasiado frío en las palabras
nunca es suficiente la elocuencia para mitigar los errores cada aullido se
rompe en las piedras las noches inciertas en los hemisferios de las caricias en
los alrededores del muro del grito los
colores desvanecidos del follaje la salmuera con su filo amargo como una jaula
de telarañas oscuras se terminó el tiempo de los poros ahora bebemos los
cuervos del desencanto la orfandad con su día de búhos en la mesa sin embargo
los platos perversos del hambre los relojes colgados del hollín: todas las
escaleras son lúgubres avanzo hacia la calle de lo oscuro hacia la roca con sus
pliegues gastados hacia el metal del
viento desconocido entre cauces y despojos con muletas ¿por qué tantos
poyetones con tizne y rescoldos? las horas desprenden habitaciones vacías nombres
entonces quemados ilusorios nombres sin ojos entre orquídeas mimetizadas formas
siniestras atravesando los anillos de la tinta el litoral del cenicero con
sostenes de colillas ¿qué me hace diferente hoy a aquellos días simbólicos con
lluvia con aire con muebles? —no hay pasado sin que acaben los
suspiros el frío interior como tantos crímenes alrededor de las alambradas del
aliento no hay pasado sin manchas ni memoria amurallada de sombras: ah cuánto
me resisto a ser siempre un ser proscrito una conciencia perturbada esa sed
cotidiana en tierra extraña en la convulsión de las ventanas la ceniza asegura
su propia tempestad la negación como lomo de elefante la harina mutilada del
alba grita en la savia ciega de mi sangre ¿hasta dónde ararán los recuerdos
esta tierra del despojo la sombra del asco y el duelo a mortajado de las
palabras que se quedaron en la diadema del campanario? —nunca se sabe el destino de lo efímero ni qué buitres levantarán
su epopeya (vos) Ítaca desvanecida de mis semillas en medio del alud de mi
silencio ¿quién me puede explicar la tormenta coagulada del calendario todos
los intentos de la felicidad ahora fragmentos alfileres de miserable tumba? de
pronto hay tanta melancolía en los ojos y techos arrugados preguntando por el
sol todo baja al fondo del arroyo del pavor: calles por cierto de famélica
esperanza es como si de pronto toda la herrumbre hubiese madurado sus racimos
de piel herida (yo ya sabía del abandono
y su noche prenatal de crecimiento de la zarza inclinada desafiando al pecho
sabía del trueno que horada sienes y costillas conocía el disimulo y sus
pródigas meretrices siempre sucede que nos azota el circo y su viento de
vejigas infladas todo acaba oscurecido miserable en las tripas del hollín en la
lluvia obscena que desemboca en los ijares) hay tanto que decir frente a
los dilemas del tiempo: braman tantos nombres metidos en la cabeza que prefiero
alejarme del yagual de la vejación retirarme del designio de los antros y
proceder a inventariar todos mis defectos: la lluvia lava mis pies
indefinidamente aunque no soy amigo de ciertas tiránicas vehemencias después de
todo ningún cuerpo es ingenuo cada cual lleva encerrados sus ahogos…
Barataria,
09.VI.2014
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