Imagen cogida de la red
DIURNO IMPOSIBLE
Allá
lejos donde las esfinges del mar alzan sus rostros de sal verde
tatuados
por el sol
abriendo
sus abanicos feroces entre las arenas
cada
noche las cuerdas del cristal y las poleas furiosas suspendidas del techo
balancean
su péndulo sobre mi cabeza…
Enrique
Molina
Todas las
formas delatoras en el ojo de la intemperie: es imposible la claridad en la
perturbación de los brazos desciendo a la hora tardía náufrago de lámparas es día o noche el viaje inasible del
grito o el suspiro del fuego fugaz del horizonte desentierro los fragmentos
infames de los muertos el zumbido de los sueños siempre giran endurecidos el
grito me da la secuencia del tiempo y las palabras disueltas en la lengua del
polvo en la última sombra de mi vigilia el estruendo amargo de la escritura a
veces la súplica con sus harapos la fe que se torna hostil a falta de monedas
hacia dónde apunta el hueco de la ventana la punta del puñal los relojes
mutilados en el dintel de la puerta —ya he dejado de creer ahora todo
en mí es una sospecha permanente jamás me he sentado a la mesa del poder
amanezco me levanto con la misma herencia de siempre: mi tiempo, conciencia y
pájaros algún eco del espejismo de las calles (la hoja y la tinta son mi itinerario) quizá los gatos nupciales
que corretean sobre el tejado y el potro del asombro en la semilla del cierzo
nada resulta más elocuente que adentrarme a mis grietas limpiar las huellas de
mi hambre lavar mi sed lejos de los homicidas (afuera en la calle hay candelabros y rostros inclinados en la chaqueta
del espejismo pasamanos fríos ¿recuerdas mi respiración arrastrando vientos?
después nos quedamos goteando nostalgias atrás de nosotros la cortina de
nuestra sombra los trenes imparables de la extrañeza las demagogias y sus
atalayas y los trashumantes del poder) ya no sé qué tiempo fue mejor si el
antes o el después ay la tormenta in
fraganti permeando el taburete de nuestros ijares el olvido que nos aja la
conciencia siempre es severo el sentimiento de culpabilidad la doble caligrafía
de los labios la podredumbre condenatoria del cuerpo que nos intriga hay dominios
atrás de la noche que nos ven: envidias fotografías en desuso mientras camino
siento la pesadez despiadada de los andenes los sombreros sueltos de las expectaciones
o los paraguas levantados con rigidez uno nunca puede adivinar la falsedad en
la olla de presión de las enemistades ni qué pelajes se levantan de esos
cuerpos podría tragar guijarros de
pronto sobre esta tierra y no es extraño después de todo: después de todo
ignoro si es el porvenir es pródigo en esperanza o tempestad ¿quién triunfa en
un diluvio degollado? hoy —lo sé—
despertaron embarcaciones en mi pecho irrepetibles inenarrables como una
begonia erecta en mis palabras (guardo
las reliquias desnudas de tu revelación las vocales desintegradas ese hallazgo
desangrado del fuego el alto grito del destino de tu semilla más promisoria)
en la tierra seca de mis salmos la inmundicia que quiere hundirse en el surco
del calendario pese a todo estás pero me acerco al pantano de la muerte solo sombra el alma
entre la maleza me mudo nunca fue victorioso el moscardón en el pecho ni mis
viejos ojos tratando de abrir el cerrojo del júbilo el atolladero en la
garganta es enorme como un matorral difuminado en los retumbos de los
pensamientos ante el vahído mis manos en la frente y el temblor súbito de los
golpes…
Barataria, 14.VI.2014
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