viernes, 20 de junio de 2014

DIURNO IMPOSIBLE

Imagen cogida de la red




DIURNO IMPOSIBLE




Allá lejos donde las esfinges del mar alzan sus rostros de sal verde
tatuados por el sol
abriendo sus abanicos feroces entre las arenas
cada noche las cuerdas del cristal y las poleas furiosas suspendidas del techo
balancean su péndulo sobre mi cabeza…
Enrique Molina




Todas las formas delatoras en el ojo de la intemperie: es imposible la claridad en la perturbación de los brazos desciendo a la hora tardía náufrago de  lámparas es día o noche el viaje inasible del grito o el suspiro del fuego fugaz del horizonte desentierro los fragmentos infames de los muertos el zumbido de los sueños siempre giran endurecidos el grito me da la secuencia del tiempo y las palabras disueltas en la lengua del polvo en la última sombra de mi vigilia el estruendo amargo de la escritura a veces la súplica con sus harapos la fe que se torna hostil a falta de monedas hacia dónde apunta el hueco de la ventana la punta del puñal los relojes mutilados en el dintel de la puerta ya he dejado de creer ahora todo en mí es una sospecha permanente jamás me he sentado a la mesa del poder amanezco me levanto con la misma herencia de siempre: mi tiempo, conciencia y pájaros algún eco del espejismo de las calles (la hoja y la tinta son mi itinerario) quizá los gatos nupciales que corretean sobre el tejado y el potro del asombro en la semilla del cierzo nada resulta más elocuente que adentrarme a mis grietas limpiar las huellas de mi hambre lavar mi sed lejos de los homicidas (afuera en la calle hay candelabros y rostros inclinados en la chaqueta del espejismo pasamanos fríos ¿recuerdas mi respiración arrastrando vientos? después nos quedamos goteando nostalgias atrás de nosotros la cortina de nuestra sombra los trenes imparables de la extrañeza las demagogias y sus atalayas y los trashumantes del poder) ya no sé qué tiempo fue mejor si el antes o el después ay la tormenta in fraganti permeando el taburete de nuestros ijares el olvido que nos aja la conciencia siempre es severo el sentimiento de culpabilidad la doble caligrafía de los labios la podredumbre condenatoria del cuerpo que nos intriga hay dominios atrás de la noche que nos ven: envidias fotografías en desuso mientras camino siento la pesadez despiadada de los andenes los sombreros sueltos de las expectaciones o los paraguas levantados con rigidez uno nunca puede adivinar la falsedad en la olla de presión de las enemistades ni qué pelajes se levantan de esos cuerpos  podría tragar guijarros de pronto sobre esta tierra y no es extraño después de todo: después de todo ignoro si es el porvenir es pródigo en esperanza o tempestad ¿quién triunfa en un diluvio degollado? hoy —lo sé— despertaron embarcaciones en mi pecho irrepetibles inenarrables como una begonia erecta en mis palabras (guardo las reliquias desnudas de tu revelación las vocales desintegradas ese hallazgo desangrado del fuego el alto grito del destino de tu semilla más promisoria) en la tierra seca de mis salmos la inmundicia que quiere hundirse en el surco del calendario pese a todo estás pero me acerco al  pantano de la muerte solo sombra el alma entre la maleza me mudo nunca fue victorioso el moscardón en el pecho ni mis viejos ojos tratando de abrir el cerrojo del júbilo el atolladero en la garganta es enorme como un matorral difuminado en los retumbos de los pensamientos ante el vahído mis manos en la frente y el temblor súbito de los golpes…
Barataria, 14.VI.2014

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